Confesiones de un deportista empedernido
Hay gente que no respeta a nadie, lo que les hace sentirse “bien”, pero cómo van a respetar a alguien si ni siquiera se respetan a ellos mismos. Yo mismo soy una persona que considero que respeto a la gente, pero a veces no respeto a mi cuerpo, lo que me parece más grave. Mi cuerpo es mi vehículo, me lleva donde quiero, nunca se opone ni replica. Soy una persona que realiza mucho deporte, demasiado, y mi cuerpo nunca ha protestado lo más mínimo, sino que siempre ha dado el cien por cien de lo que podía dar. He competido con él, me ha llevado corriendo para no perder el autobús tras horas de entrenamiento, ha descansado poco y trabajado mucho y todo este tiempo he estado ciego, creyendo que cuanto más deporte hiciera sería mejor para mi cuerpo, que más me lo agradecería. Pero hasta cierto punto. Ha llegado la hora de pensar en él al menos por un tiempo, de comprender que exceso o falta de ejercicio, perjudiciales por igual. Miro mis piernas con heridas a modo de decoración, rastro de una cicatriz que el médico dijo que me acompañaría siempre y pienso que mi cuerpo no se lo merece. Tomo la resolución y digo mentalmente: “Tranquilo amigo, estás de vacaciones”.
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